lunes, 18 de junio de 2012


I. INTRODUCCIÓN

Los partidos políticos son inherentes al régimen de la democracia liberal. La existencia de uno presupone la de los otros, pues este régimen político precisa pluralidad y diversidad o, por lo menos, dualidad de partidos políticos.

En lo que hace a la democracia colombiana,  el máximo órgano de representación política en Colombia, el Congreso de la República, tiene la particularidad de ser multicolor, pluralista, diverso; todos los estamentos de la sociedad colombiana sin discriminación de índole política, étnica, religiosa, etc., gozan de la prerrogativa de tener representación política en el Parlamento por medio de los partidos políticos, independientemente de si dicha representación es real o sólo de tipo formal.

Sin embargo, no siempre fue así. La consecución de este multipartidismo, logro importantísimo en el desarrollo y la consolidación de la democracia colombiana, es el fruto de un largo proceso histórico que va desde los albores de la Republica hasta la Asamblea Constituyente del 1991.

Desde la perspectiva del argumento anterior, el propósito de este ensayo es abordar a grandes rasgos el proceso de evolución histórica de los partidos políticos en Colombia, a través de tres momentos que han sido claves y muy superlativos en el desarrollo de estas instituciones políticas. Uno, tema del primer aparte, expone el origen de los partidos en Colombia; en una segunda parte se trata por separado el período del Frente Nacional; la tercera y última parte trata sobre la situación de los partidos políticos en las últimas dos décadas del siglo XX, del paso del bipartidismo al multipartidismo.


II. ORIGEN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN COLOMBIA

El origen de los partidos políticos en Colombia guarda correspondencia con la Guerra de los Supremos (1839-1842). Esta guerra civil constituyó un hito en la evolución histórica del sistema de partidos colombiano, porque en ella los grupos se estructuraron según estándares que serían duraderos.

Todo comenzó cuando, para dar desenlace a la rebelión de los “jefes supremos”, José de Márquez, el Presidente de la República por ese entonces, había necesitado de la colaboración de jefes militares de corte bolivariano, como de Tomás Cipriano de Mosquera y Pedro Alcántara de Herrán.

Más tarde, el ascenso de Herrán al poder, como sucesor de Márquez, completó los acercamientos entre liberales moderados como el presidente anterior y antiguos adeptos de Bolívar. Como estos ocuparon cargos en el nuevo gabinete «se les llamo “ministeriales”, o “partido ministerial”; pero en realidad constituyeron en forma embrionaria el partido que en 1848 adoptaría el nombre de Partido Conservador. Sus oponentes, por su parte, comenzaron a abandonar el nombre de progresistas y pasaron a denominarse liberales. Para todos los efectos y propósitos, habían nacido los dos partidos tradicionales de Colombia» (Bushnell, 2012).

En este sentido, Naranjo (1995) señala que la configuración de los partidos políticos tradicionales se hizo patente a raíz de las escisiones políticas que surgieron bajo el gobierno de Santander (1832-1837) y se aceleró en la década de los años 40, hasta culminar, en 1849, con la publicación de los programas respectivos- el del Partido Conservador, elaborado por Mariano Ospina y José Caro, y el del partido liberal, redactado por Ezequiel Rojas-, en lo cual tuvo influencia notable la Revolución acaecida en París en 1848. 

                
En las líneas de esos programas pueden encontrarse elementos comunes a las dos organizaciones: ambos comulgaban de los mismos ideales republicanos y libertarios, en la división entre las ramas del poder público, en el reconocimiento de los derechos individuales y las libertades públicas, en la defensa de la propiedad privada.  No obstante, los contrastes estaban fuertemente acentuados en el punto de vista religioso, pues mientras los conservadores eran católicos, los liberales abogaban por la libertad de conciencia y de culto; los godos eran centralistas, en tanto que los liberales se identificaban con el federalismo; y si bien ambos reconocían los derechos individuales y las libertades públicas, los primeros lo hacían de forma limitada, mientras que los segundos de forma ilimitada;  los conservadores hacían énfasis en el orden y el principio de autoridad, el otro partido lo hacía en la libertad. 

En las etapas de formación del sistema de partidos, como también ahora, las diferencias económicas y sociales entre los dos grupos no eran muy claras. Al respecto Bushnell (2012) anota: «Algunos autores trataban de explicar la dicotomía liberal – conservadora con base  en un conflicto entre “tienda” y “hacienda”, en el cual los liberales representaban los intereses comerciales y profesionales y los conservadores los intereses de los grandes terratenientes. Pero, como señalo Frank Safford (…), las diferencias ocupacionales fueron tenues en la formación de los mismos, entre otras cosas porque el mismo individuo podía ser a la vez terrateniente, comerciante y abogado».

Al parecer, los dos partidos fueron, desde su nacimiento, multiclasistas, si bien el conservador parece haber encontrado más aceptación en las clases campesinas, en tanto que el liberal en las clases urbanas.



Para dar conclusión a esta primera parte, relativa a la génesis del sistema de partidos en Colombia, se dirá que, en las numerosas Asambleas o Congresos Constituyentes que han tomado lugar en la historia del país, «el ideario liberal se plasmo en las constituciones de 1853, 1858 y 1863, mientras que el ideario liberal se plasmó en las constituciones de 1843 y 1886, aunque en las sucesivas reformas a que esta constitución  fue sometida a lo largo de sus ciento cinco años de vigencia, fue perdiendo el carácter conservador que originalmente tuvo, y se plasmaron en ella las ideas liberales, y aun socialistas, como ocurrió particularmente en la reforma de 1936» (Bushnell, 2012).

III. EL FRENTE NACIONAL

Luego de que el general Gustavo Rojas Pinilla presentara su renuncia al cargo de Presidente de la República, el poder del Estado quedó en manos de la Junta militar, denominación que se le dio al grupo de generales que dirigieron el país hasta el 7 de agosto de 1958, término del período de gobierno del general Rojas Pinilla.

Como quedó dicho, el gobierno de la Junta Militar que reemplazó a Rojas tenía carácter transitorio y permaneció en la regencia el tiempo necesario para que, bajo un conjunto de disposiciones encaminadas a evitar el regreso de la violencia bipartidista que había desgarrado el país, se eligiera un nuevo mandatario por elección popular. Estas disposiciones, producto de un acuerdo bilateral entre los dos partidos tradicionales colombianos, el liberal y el conservador, y que fueron ulteriormente aprobadas por la ciudadanía en un plebiscito popular, pusieron los fundamentos sobre el cual se erigiría el régimen de coalición bipartidista conocido como Frente Nacional, y que sobrevivió hasta la década de los 70s.

Las reglas del juego especificaban dos puntos principales:

Paridad entre liberales y conservadores para ocupar los distintos cargos (por elección y por nombramiento) de la administración pública.

Alternar el cargo de Presidente de la República durante un período de dieciséis años (dos Presidentes liberales y dos conservadores).

En este sentido, Bushnell (2012) señala que un corolario natural fue la exclusión formal de terceros partidos del poder político. Sigue diciendo que para algunos observadores externos, así como para una mirada desafecta de colombianos, las nuevas reglas representaban, por su propia naturaleza, una negación de los principios democráticos. Sin duda alguna, se restringía la política democrática, pero menos de lo que en principio podría pensarse. El sistema del Frente Nacional no puso término a la competencia electoral. Aunque cada partido contaba de antemano con la mitad de los escaños del Congreso, las Asambleas Departamentales y los Concejos Municipales, todavía se realizaban elecciones para odas las corporaciones y la competencia a menudo era aguda. Incluso se podría decir que la exclusión de terceros partidos era menos importante de lo que parecía. Cualquier persona, hombre o mujer, podía hacerse llamar liberal o conservador el día de las elecciones y competir por un lugar en la cuota de tal o cual partido. Los comunistas, por ejemplo, presentaron candidatos como miembros de una facción disidente del partido Liberal, improvisada para este propósito. 

«Los mecanismos institucionales del Frente Nacional fueron concebidos para permanecer vigentes durante 16 años, correspondientes a dos períodos presidenciales para cada partido. Pero una nueva reforma constitucional, adoptada en 1968, determinó que el sistema fuera gradualmente eliminado; la competencia electoral sin restricciones sería establecida en su totalidad en 1974, y el requisito de compartir los puestos públicos de nombramiento del Ejecutivo terminaría en 1978. Sin embargo, la reforma constitucional estipulaba que el partido perdedor en la elección presidencial debía recibir una cuota “adecuada y equitativa” de poder, aunque esta fórmula no se definió claramente. En consecuencia el mandato de coalición se prolongó en la práctica hasta 1986» (Bushnell, 2012). 

En efecto, el Frente Nacional poco o nada hizo para satisfacer las expectativas para las cuales fue creado, pues en su lucha contra la violencia y la neutralización del auge de los movimientos insurgentes de izquierda no logró mayores resultados, pues fue durante este periodo que aparecieron los movimientos guerrilleros más importantes, como es el caso de las FARC, el ELN y el M-19. También un repetido intento por llevar a cabo una reforma agraria que tuvo lugar en este período, fue un proceso largo e ineficiente.

Asimismo, la coalición política y electoral entre liberales y conservadores fortaleció el clientelismo y el traspaso del poder entre la misma oligarquía, lo que no hizo otra cosa que debilitar la democracia en el país y poner en duda la legitimidad de los procesos electorales.

IV. EL SISTEMA DE PARTIDOS EN LAS ÚLTIMAS DOS DÉCADAS DEL SIGLO XX

Hay que señalar que desde los albores de la república hasta casi finalizada la centuria pasada, el esquema político colombiano fue definidamente bipartidista. Pese a la existencia desde los años 60's de terceros partidos, los dos partidos políticos tradicionales capitalizaron, durante esos años, la mayoría del caudal electoral. 

Los partidos Liberal y Conservador, no sólo han sido desde los dos siglos pasados los protagonistas en la competencia político electoral y en el ejercicio del poder político en Colombia, sino que han asumido un rol fundamental en la construcción de la historia política del país. «Sin embargo, en las últimas décadas este dominio del bipartidismo se constituyó en blanco de múltiples críticas. Desde distintos sectores sociales y académicos se empezó a “percibir el sistema bipartidista como un sistema semicerrado, poco representativo y fuente de exclusiones (Pizarro, 1997)”.» (Hoyos, 2005).

El sistema bipartidista fue considerado uno de los causantes del momento convulsionante del país a fines de los años 80's. Se argüía que los programas de los dos partidos se quedaban cortos frente a la representación de los intereses  de los cada vez más exigentes y amplios sectores de la sociedad colombiana; que el sistema había fomentado y sostenido por muchos años las prácticas corruptas, el clientelismo, la cooptación… y, por ende, la creciente falta de legitimidad del sistema; además, se cuestionaba la capacidad de los partidos tradicionales para recoger las corrientes de opinión, iniciativas y aspiraciones de nuevos grupos políticos en el país.

Según Hoyos (2005), a esto se debe que en las últimas décadas del siglo XX la preocupación por el cambio del sistema de partidos haya adquirido una gran relevancia en la discusión nacional. En esta dirección distintos esfuerzos de reforma institucional fueron llevados a cabo en aras de producir un cambio en el sistema partidista. En particular, las reformas de finales de los ochenta, fueron pensadas no sólo como un instrumento que podría contribuir al proceso de paz, sino también como un camino para la ampliación de los espacios de competición electoral, la incorporación de fuerzas no bipartidistas a los espacios de representación política y en general la democratización de la vida política local. Por su parte, las reformas de los noventa buscaron la superación del bipartidismo que había dominado hasta el momento el escenario político electoral, lo cual suponía no sólo promover el tránsito a un sistema multipartidista, sino además un cambio del viejo escenario político a través de las nuevas fuerzas. En este contexto, una serie de diseños institucionales fueron introducidos para abrir las oportunidades a las fuerzas no bipartidistas.

Dentro de estos pueden mencionarse «la flexibilización de las reglas para la constitución de partidos, movimientos y agrupaciones políticas, la creación de la circunscripción nacional para senado, las circunscripciones especiales para minorías políticas y la ampliación de los espacios de competencia electoral a través de la elección popular de gobernadores» (Hoyos, 2005).

En conclusión, el tránsito de un sistema bipartidista hacia un sistema multipartidista, ha permitido que la democracia colombiana se fortalezca mediante la incorporación de múltiples corrientes (políticas, étnicas, religiosas u otras) al sistema político-electoral. Sin embargo, pese a ser teóricamente más democrático, ya que se ofrecen mayor inclusión y mayores opciones al electorado, «en la práctica presenta no pocos inconvenientes; por lo general lleva a la formación de coaliciones transitorias, movidas por fines electorales y políticos de ocasión (…); además al pueblo no se le presentan alternativas claras de poder.» (Naranjo, 1995).

BIBLIOGRAFÍA

NARANJO Vladimiro. Teoría Constitucional e Instituciones Políticas. Bogotá: Temis; 1995.

BUSHNELL David. Colombia: una nación a pesar de sí misma. Bogotá: Planeta; 2012.

PIZARRO Eduardo, “¿Hacia un sistema multipartidista? Las terceras fuerzas en Colombia hoy”, en Análisis Político, No 31, 1997, p 82.

HOYOS Diana, “Evolución del sistema de partidos en Colombia 1972-2000. Una mirada a nivel local y regional”, en Análisis Político, No 55, 2005, p 1-2.